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Imagen de Nuestra Señora de Aguasantas en posición de besamanos. Cotobad

LA VIRGEN DE AGUASANTAS

La imagen de Nuestra Señora de Aguasantas,  aparecida milagrosamente en el término municipal de Cotobade, de donde es patrona, ha sido objeto de un profundo y duradero fervor religioso. Esta devoción ha dejado una huella indeleble en la historia de la región, como lo demuestran los numerosos testimonios que dan fe de la tradicional y concurrida novena en su honor, así como su influencia perdurable en el rico folklore gallego.

DEVOCIÓN

Imagen de la fuente milagrosa en Aguasantas, Cotobade
Detalle fuente milagrosa en Aguasantas, Cotobade

“Es tanta la devoción que sienten a esta su querida madre, que no hay casa en la parroquia donde no se encuentre un libro de su novena, ni hay joven o viejo que no lleve en su cartera o tenga a la cabecera de su casa una estampa con su venerada imagen, a la que se encomiendan, lo mismo cuando se encuentran cerca que lejos, que cuando están en España que en Europa o en las Américas, pues en todos estos lugares se encuentran hijos de Aguasantas.” - Solla García, Andrés María (1872). Resumen Histórico del Santuario de Nuestra Señora de Aguasantas en Cotobade y Novena a la Santísima Virgen.

El Relato:

Imagen petrea de Nuestra Señora de Aguasantas en Cotobade
“Dios es fuente de salud y te mira con clemencia, pues por curar tu dolencia puso a estas aguas virtud”
1888

Nuestra Señora de Aguasantas ha sido objeto de devoción a lo largo de generaciones. Su aparición se remonta a la Edad Media, y así lo recoge Andrés María Solla García, más conocido como el "Padre Solla", en su obra "Resumen Histórico del Santuario de Nuestra Señora de Aguasantas en Cotobade y Novena a la Santísima Virgen"; editada en Santiago en 1872:


Según esta arraigada tradición, no había entonces en aquellas comarcas más templos que el del monasterio de Tenorio y el de Santiago de Caroy, y a este era a donde concurrían los habitantes de Cotovad y de Montes. En el lugar de Boliñas, que dista de la iglesia de Aguasantas como unos doscientos metros, vivía a la sazón una mujer ciega muy devota de la Santísima Virgen, y en la madrugada de un domingo salió de su casa conducida por la mano para ir a oír misa, como de costumbre, a la expresada iglesia de Caroy. Al pasar por cerca del sitio que ocupa hoy el templo de Aguasantas, oyó ruido como de corrientes de aguas y se le ocurrió lavarse en aquel manantial mandando que la aproximasen a él, y en el momento que aquella prodigiosa agua tocó sus velados ojos, [...] recobró instantáneamente la vista y, agradablemente sorprendida de tan extraordinario como inesperado prodigio, se persuadió con sagrado fundamento que aquel maravilloso manantial que salía por entre un gran espesor de malezas y zarzales era único de algún tesoro celestial que allí se ocultaba.

Movida de esta creencia, [...] entró resueltamente al efecto en aquella sombría espesura; siguiendo la corriente de las aguas e internándose en lo más interior de ella, tropezaron sus ojos con una bellísima y devota imagen de María Santísima; y arrodillándose instintivamente para adorarla con toda la efusión de su alma profundamente agradecida, quedó todavía más sorprendida cuando vio que dirigiéndole la palabra la misma sagrada imagen, se dignó manifestarle con palabras llenas de suavidad y dulzura, que era su soberana voluntad que en aquel mismo sitio se le erigiese templo y se tributase culto, y que lo publicase así con el prodigio que por su intercesión acababa de experimentar, para que luego tuviese efecto [...] La noticia de la aparición de la sagrada imagen con todas sus circunstancias voló instantáneamente por todas aquellas comarcas, y las gentes corrieron en tropel al sitio del prodigio ansiosas de ofrecer rústicas ofrendas, tributar los homenajes de sus sencillos corazones, y venerar a la Reina de los Ángeles, a quien por entonces servían de trono las peñas que daban salida a aquellas aguas, y de palacio aquellos enramados zarzales [...] Desde aquel momento las aguas que salían de aquella espesura y brotaban a los pies de la sagrada imagen eran llevadas a todas partes y curaban toda clase de dolencias, [...] como lo prueba el que ya desde entonces se hayan bautizado con el nombre de Aguas-santas y dado nombre a toda aquella localidad.” 
 

El monasterio benedictino de San Pedro de Tenorio, tras extenderse entre la población la celebración del milagro, promovió junto con los vecinos de la zona, la construcción de la iglesia dedicada a la Virgen María.

IMÁGENES DE LA VIRGEN

La Imagen de Nuestra Señora de Aguasantas, venerada a lo largo de innumerables generaciones, es una talla de candelero elaborada en madera de castaño, meticulosamente policromada y con una altura de un metro y veinticinco centímetros.

La Virgen, tal como se describe en "Resumen Histórico del Santuario de Nuestra Señora de Aguasantas en Cotobade y Novena a la Santísima Virgen", escrito por el Fray Andrés María Solla García, sostiene un delicado ramo de azucenas en su mano derecha, mientras en su brazo izquierdo descansa el Niño Jesús. Este Niño Jesús lleva en su mano izquierda la representación de la bola del mundo y en su mano derecha, un pequeño pájaro.


El rostro sereno de la Virgen, apenas insinuando una ligera sonrisa, se enmarca en una espléndido rostrillo de plata cincelada. Como Reina del Cielo y la Tierra, lleva una corona Real y en ocasiones especiales, porta su corona de oro imperial adornada con una aureola de doce estrellas. La cabeza del Niño Jesús, por su parte, está adornada con una corona Real.


La Virgen que posee muy ricos y variados vestidos que se le mudan según las estaciones, acostumbra a lucir un vestido con un cinturón de oro, adorna su atuendo con varias medallas y luce una larga capa bordada en oro y piedras preciosas. Puedes ver fotografías de los diferentes vestidos de la Virgen en nuestra Galería Fotográfica. Haz clic aquí.


Aunque la imagen actual de la Virgen no es la original, ya que la anterior sufrió la tragedia de un incendio en 1926,  su cabeza todavía se conserva intacta, y los restos de esta imagen previa se preservan en el interior del busto de la imagen actual, manteniendo así su esencia presente en todo momento para los fieles.
 

Imagen de Nuestra Señora de Aguasantas en 1872
1872
Imagen de Nuestra Señora de Aguasantas en 1918
1918
Imgen de Nuestra Señora de Aguasantas en 1930
1930
Imagen de Nuestra Señora de Aguasantas en 1969
1969

PEREGRINACIÓN

Imagen de folleto de la novena a Nuestra Señora de Aguasantas, Cotobade

Desde tiempos inmemoriales, y no es aventurado suponer que desde la misma aparición de la Santísima Virgen, la devoción a Nuestra Señora de Aguasantas se ha arraigado de tal manera en el país y se ha propagado en otras tierras lejanas que nunca ha disminuido, a pesar del paso de los siglos y las vicisitudes del tiempo. La gente la invoca en momentos de aflicción, dolencia, amargura, tribulación, desastre y peligro que puedan afectar a los seres humanos. La tradición conserva la memoria de curaciones prodigiosas, de socorro momentáneo en peligros que parecían insuperables y de alivio en una variedad de accidentes mortales en los que se ha experimentado claramente la protección de la Santísima Virgen de Aguasantas al invocarla de corazón. Además, se otorgaban 100 días de indulgencia a aquellos que rezaban la novena de Nuestra Señora y 10 años de indulgencia a los que visitaban el santuario en su festividad principal, el 8 de septiembre.

El Padre Solla, en su Resumen Histórico, menciona que por aquel entonces existía una casa bastante espaciosa junto al atrio del santuario, destinada a acoger a las personas que viajaban desde lugares distantes con la intención de quedarse durante todo el novenario. Aquellos que, por falta de recursos o por su deseo de mayor recogimiento, no buscaban alojamiento en otro lugar, encontraban aquí un lugar adecuado. Esta casa contaba con secciones separadas para hombres y mujeres, y comúnmente se le conocía como la "Casa de las Novenas".

ROMERÍA

Históricamente, las peregrinaciones al santuario se observaron con mayor o menor asistencia a lo largo de todas las épocas del año, pero en la víspera y el día de la festividad principal superaban cualquier comparación. Esta festividad, que hasta el año 1693 se celebraba en el último sábado de agosto o se extendía por tres días, se trasladó al 8 de septiembre, cuando la Iglesia conmemora el natalicio de la Virgen. Se puede inferir que duraba 11 días si consideramos el novenario que siempre precede a la festividad principal.

 

La devoción popular hacia este santuario se manifestaba en su plenitud durante esta época. Del 30 de agosto al 8 de septiembre, todos los días se tornaban festivos. Los fieles asistían a las dos misas solemnes y procesiones que se celebran diariamente en el santuario. También se llevaba a cabo el rezo del Santo Rosario, que  partía desde la Capilla de San José de Penelas, ubicada a más de un kilómetro del santuario, y culminaba con la novena de la Virgen y una ceremonia eucarística.

 

Estos actos no solo atraían a los habitantes locales, sino también a numerosos peregrinos que, cumpliendo promesas y expresando su gratitud por las bendiciones recibidas de la Virgen, se sometían a incomodidades, como dormir en el suelo, para asistir a toda la novena. 

 

En la actualidad, la festividad se sigue destacando por su fervor religioso y su espectacularidad visual. Se celebra durante los días 6, 7 y 8 de septiembre, siendo este último el de mayor importancia al conmemorar el nacimiento de la Virgen María. Desde el 30 de agosto y a lo largo de todos estos días, se ofician solemnes misas al mediodía, seguidas de una hermosa procesión que ha sido llevada a cabo de manera ininterrumpida a lo largo del tiempo.

 

En esta procesión, el pendón, el estandarte, la cruz parroquial y una impresionante colección de imágenes de santos acompañan a la Virgen al ritmo de gaiteros durante la novena, mientras que una banda de música añade solemnidad a los eventos de los días 7 y 8 de septiembre. 

 

Por las tardes, y como es costumbre desde tiempos inmemoriales, se sigue celebrando el rosario cantado que parte de la Capilla de San José de Penelas y finaliza en el Santuario de Nuestra Señora con un acto litúrgico. Desde hace algunas décadas, se celebra también durante estos días, un emotivo encuentro vespertino entre las imágenes de los santos de varias parroquias colindantes en esta capilla seguido de una misa [ver imágenes más abajo]. 

Tal es la fuerza de esta tradición, que incluso en 1926, cuando un incendio redujo a cenizas la imagen de Nuestra Señora, la romería no se interrumpió. Los residentes de Aguasantas trajeron temporalmente la Virgen de los Ángeles, situada en El Peso, para suplir la imagen original de Nuestra Señora que había sucumbido a las llamas. De esta manera, la ancestral tradición de la novena continuó su legado, transmitido de generación en generación.

Para dar testimonio de la importancia de esta romería, en una entrevista concedida al diario "La Noche" de Santiago de Compostela en junio de 1959, Saturnino Cuíñas, destacado estudioso del folklore gallego, señaló que, entre todas las composiciones, la que más le gustaba era "Foliada de Aguasantas" con estas palabras: "Si tengo que elegir una, mi favorita sería la foliada de 'A Virxen d'as Augas Santas' de Cotovad (Pontevedra) y que dice 'Miña virxen d’auga santa t’es a cuchara n’a fonte para bebe los romeiros que ven a verte d’e lonxe.' Es preciso tener en cuenta que la romería de Aguasantas es una de las que más típico sabor gallego tiene".

Para saber más sobre esta foliada y otros cantares propios de este Santuario haz clic en el siguiente botón:

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